Giovanni Veltroni nació el 21 de noviembre de 1880 en Florencia, su temprana vocación artística lo llevó a inscribirse en la Academia de Bellas Artes de su ciudad nativa, en la cual logró destacarse por sus innatas condiciones y alcanzar el titulo de arquitecto.
En la escuela florentina fue discípulo predilecto del renombrado profesor Enrico Ristori, al punto de que éste le solicitó su colaboración en algunas obras que tenía entre manos, como el puente Umberto I en Turín. Rápidamente alcanzó nombradía y en razón de ella obtuvo el encargo de la Bolsa de Comercio de Génova, en la plaza Ferrad de dicha ciudad.
Al mismo tiempo no vaciló en presentarse al «Gran Premio de Roma», competencia que, cada cuatro años, se efectuaba en la Ciudad Eterna entre los egresados que ostentaran más alto promedio de calificaciones, ganándolo con un proyecto imaginario de un «Nuovi Stabilimenti Termali di Montecatini» de su autoría, galardón que acrecentó aún más su prestigio.
Por ese entonces conoció a Amelia Ferraresi, de quien se enamoró. La boda se realizó el 5 de agosto de 1905 y de ese matrimonio nació un único hijo José César en 1906, en la ciudadpuerto que fuera cuna de Colón.

Proyecto de Palacio de Gobierno
En el Uruguay estábamos en el período de la primera presidencia de don José Batlle y Ordóñez (1903-1907). Al término de su mandato Batlle viajó a Europa y llegó a conocer la nueva obra de la Bolsa que se levantaba en aquella emprendedora ciudad de navegantes y a su autor, a quien invitó -como lo hizo con algunos otros técnicos- a venir al Uruguay.
Veltroni arribó a nuestro país muy joven, pues tenía solamente 28 años; gracias a sus grandes condiciones como dibujante y proyectista, triunfó en un concurso promovido por la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos en 1909, para la erección de un mausoleo en el cementerio del Buceo. Al año siguiente otro éxito coronó sus esfuerzos al obtener el primer premio en el concurso establecido con destino a levantar la sede del Consejo de Administración y la Oficina de Tráfico y Conservación del Puerto de Montevideo, junto con el arquitecto alsaciano Jules Knab. Poco tiempo después, durante la segunda presidencia de Batlle (1911-1915) -en 1912 precisamente-, un nuevo logro de mayor resonancia aún, vino a confirmar y a dar un espaldarazo definitivo a este joven florentino que había desembarcado con el pie derecho: es laureado con el primer premio en el certamen promovido para la construcción del Palacio de Gobierno, en el predio que ocupaba entonces el Cementerio Inglés (donde actualmente se halla la Intendencia Municipal).

Juan Veltroni
Cuatro años después, o sea en 1916, interviene en otras dos importantes competencias. En una organizada por el Jockey Club, a dos grados que ganaron ex aequo él y el Arq Alfredo Jones Brown- pero cuya segunda Instancia no se realizó, por habérsele adjudicado la obra directamente al Arq. Joseph Carré-, y en otra, la de la sede central del Banco de la República -ésta internacional-, a la que se presentaron 38 competidores alcanzando el primer premio y la ejecución de la obra. En un principio se iba a levantar el edificio únicamente. en media manzana, pero en virtud de la iniciativa y pertinaz insistencia del director del banco en ese entonces, el Sr. Diego Pons, se logró contar con el resto de la misma, expropiando varios edificios, algunos de ellos de gran valor, como la antigua Bolsa de Comercio -debida al técnico francés Víctor Rabu-, el hotel Oriental y la casa donde vivió José Enrique Rodó en la calle Cerrito. Al disponer de un predio mucho mayor, Veltroni hubo de rehacer enteramente el proyecto, invitando al Arq. Raúl Lerena Acevedo a colaborar con él. Los cambios aparejaron una gran demora en la iniciación de los trabajos que recién se comenzaron efectivamente en 1926 y se concluyeron en 1938. Este largo trámite no hizo ningún bien a los creadores, pues cuando se finalizó el edificio -ya casi sobre la década de los 40- el sentir en arquitectura era muy otro que a principios de siglo, lo que lo hacía aparecer como totalmente fuera de época y producto de una regresión inexplicable.

Banco republica
El Prof. Leopoldo C. Artucio valoraba así la obra: «La masa total del Banco es firme, el tratamiento de la fachada principal tiene el acierto de un extenso pórtico de entrada de ordenación clásica. El contraste entre la severa suntuosidad de la fachada principal con las laterales, clarifica desde afuera la organización de los espacios internos. En cuanto a éstos, responden a una organización decidida: un gran hueco central y un sistema anular de dependencias, con muy buenas circulaciones. Lo peor es la vista desde atrás del Banco, porque ahí aparecen formas altas discutiblemente resueltas. Este edificio demuestra la persistencia de la arquitectura del 900 con sus mismas rutinas. El agregado de dos pisos, en 1953, afectó al conjunto».
Amén de los triunfos señalados, recibe asimismo el primer premio en varios otros certámenes, como son: en el Banco de Londres y América del Sud, en el Centro Catalán, en el Instituto Profiláctico de la Sífilis (actual sede del Ministerio de Salud Pública), en el Instituto Agronómico Internacional, etc. Y es ungido con segundo premio en los proyectos que presentara para la Biblioteca Nacional, para el Banco de Crédito, para el Palacio de Justicia, etc.

Instituto Profiláctico de la Sífilis (actual sede del Ministerio de Salud Pública)
Es de notar que Veltroni, pese a que nunca revalidó el título en nuestro país, fue admitido en la administración pública como técnico, ascendiendo en virtud de sus méritos, hasta alcanzar la Dirección de Arquitectura del entonces Ministerio de Obras Públicas, cargo que ocupó hasta su fallecimiento acaecido el 9 de enero de 1942, cuando contaba 62 años de edad. Asimismo se dedicó a la docencia pues fue Profesor de Dibujo en Enseñanza Secundaria.
En su calidad de jerarca máximo de la Dirección de Arquitectura del M.O.P., le cupo la responsabilidad de gran parte de las obras emprendidas por esta repartición estatal, como son: el edificio para Juzgados Letrados, Administración de Rentas, Correos y Telégrafos de la ciudad de Salto (actualmente el Municipio de dicha ciudad); la Escuela Sanguinetti; el Centro Docente de U.T.U. en la calle Larravide en la Unión; los liceos de Canelones y de Durazno; el Mercado de la ciudad de Artigas; el Hospital de Rocha, la Facultad de Química y Farmacia; numerosas escuelas y comisarías en diversos departamentos de la República, etc., etc.
Además realizó numerosa obra privada; ejemplo de la misma son: la mueblería Caviglia en 25 de Mayo entre Juan Carlos Gómez e Ituzaingó; el Banco Mercantil en la calle Zabala entre Cerrito y Piedras; el hotel del Prado junto con el Arq. Jules Knab en 1911; el acondicionamiento paisajístico del parque Capurro; la urbanización del barrio San Rafael en Punta del Este; el monumento a Garibaldi en los campos de San Antonio en Salto (1940); tres viviendas contiguas en la acera sur de la calle Mercedes entre Rondeau y Paraguay; la residencia de la ‘Flía. Sanguinetti en la rambla República del Perú junto al Rambla Hotel, etc.

Publicidad sobre la Mueblería Caviglia, en ella se ve el edificio construido por Veltroni
Para finalizar hemos de decir que toda esta numerosísima obra fue producto de la imaginación de un profesional dotado de un alto sentido artístico y de una prodigiosa facilidad para el dibujo, lo que le permitió incursionar en los más dispares estilos. Esto nos indica que en ese sentido fue ecléctico ya que utilizó el estilo que mejor conviniera al caso que tenía entre manos. Así lo vernos emplear un neoclásico de inspiración greco-romana en el Banco de la República; un neoclasicismo de cuño francés en el hotel del Prado y en el Parque Capurro; un barroco hispánico en el Ministerio de Salud Pública; un barroco italianizante en el mausoleo de la Societá Italiana di Mutuo Soccorso y en sus últimos años acudió al «Art Déco» en el monumento a Garibaldi y al movimiento renovador en su faceta «racionalista internacional», en la Facultad de Química y Farmacia.
Resumir en breves líneas la personalidad de Veltroni es harto difícil: espíritu latino, artístico, dotado dibujante y acuarelista, se encontraba más a gusto entre los lápices y los pinceles que frente a una montaña de expedientes para revisar e informar. Italiano locuaz y extravertido, sabía granjearse prontamente la simpatía de quienes lo trataban; era en ocasiones explosivo y apasionado cuando daba rienda suelta a su temperamento meridional; pulcro en el vestir, ponía sumo cuidado en su atuendo, luciendo siempre cuello duro impecablemente almidonado -aunque tal vez demasiado ajustado-, polainas, guantes color «patito» y bastón, implementos que le hacían lucir como un verdadero «dandy». Eximio bailarín, recién llegado quiso dominar la forma de danzar rioplatense, para lo cual acudió a la famosa academia de López y Sra., donde en poco tiempo aprendió a bailar el tango «con corte» y la milonga, como para descollar en cuanta reunión acudiera.
El prestigio de su labor en estos lares le reportó el reconocimiento oficial de su patria: por un lado la Academia de Bellas Artes de Florencia le nombró académico correspondiente al 3 de enero de 1918 y por otra fue nombrado ‘Commendatore» -Orden de la Corona de Italia-, el 8 de setiembre de 1933. Fue además premiado con medalla de oro y diploma en el Tercer Congreso Panamericano de Arquitectos, Construcción y Artes Decorativas realizado en Buenos Aires en el año 1937. Por otra parte, su señora, Amelia Ferraresi, presidenta a la sazón de la Cruz Roja italiana en el Uruguay, fue condecorada con medalla de oro por sus méritos de guerra y cooperación con las fuerzas aliadas, durante la «Gran Guerra» de 1914-1918.
Cuando fallece, el Arq. Carlos Herrera Mac Lean le dedica un conceptuoso articulo aparecido en la prensa capitalina el 17 de enero de 1942. De él extraemos estos párrafos: «Juan Veltroni llegó pleno de entusiasmo y juventud a estas lejanas playas, desde el ilusionado rincón de Florencia, hace más de treinta años. Vino con el espíritu propicio para una corta aventura en tierras fáciles y retornar al goce de una rápida ganancia en sus lares ultramarinos. No fue así, para felicidad nuestra. El suelo pródigo le absorbió totalmente. Fue el último de los arquitectos italianos que trajeron los primeros, y casi los únicos, su arte peninsular, para llenar los solares vacíos del extendido damero de la ciudad. Epígono de una escuela que dio figuras de alto valer -primero con Zucchi, arquitecto de alto prestigio en el incipiente burgo montevideano; después con Poncini, serio, pero de menor jerarquía; después con Andreoni, lujoso y meridional- Veltroni se colocó con prestancia al fin de la caravana».
Fuente: Libro Influencia de Italia en la Arquitectura Uruguaya / 1990
Arq. Cesar J. Loustau
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